viernes, 7 de octubre de 2011

EL DUENDE DE EL CALAFATE - ARGENTINA


Es verdad. Sí. El Calafate posee duende ; tiene una atracción especial ; muchos de sus habitantes fueron atrapados por él y ya no se fueron, se quedaron a formar parte de esta peculiar comunidad internacional. El Calafate, -que toma su nombre de un abigarrado arbusto de fruto dulce que solo crece aquí, entre el frío y el viento gélido-, está bañada por el lago argentino, el tercer lago más grande de América, y es una pequeña ciudad donde su valor y recurso más preciado son sus habitantes, personas provenientes de todos los países del mundo que forman una rica amalgama de europeos, americanos y asiáticos y que la enriquecen grandemente ; el que viene a El Calafate sólo a hacer turismo geográfico y ecológico va a encontrar una ciudad preparada para que pueda admirar sus bellezas naturales como el lago argentino y el glaciar perito moreno, entre otras más, pero se va a perder lo mejor : sus personas. Aquí es obligatorio hacer turismo vivencial, hay que conocer a sus gentes, costumbres, idiosincracia y patrimonio cultural; yo tuve el gran privilegio de ser alojado por Silvia Sotelo y su familia, su preciosa hija Candelaria y el inteligentísimo pequeño Atila, que conoce las historias de El Calafate como si fueran los cuentos de la infancia ; Silvia es una orgullosa descendiente de vascos, marinos inagotables y viajeros por todo el mundo, que se dedica a recopilar, ordenar y dar a conocer la historia de El Calafate ; fue ella quien me presentó a Horacio Echevarría, de 96 años, que me deleitó una tarde con episodios históricos que nunca se escribirán y que pertenecen a la tradición oral de los pueblos, como aquel fratricidio que arruinó a una de las familias mas ricas de la zona ; o aquella impresionante historia -seguramente narrada entre los efluvios de una buena botella de vino, en una noche cualquiera, en algún perdido Bar de la Patagonia profunda-, que se remontaba a la huelga obrera de 1921 y que derivó en una represión militar brutal, con más de 300 detenidos ; el narrador fue el único superviviente del fusilamiento al que fueron entregados todos ellos : los pusieron en fila junto a sus otros camaradas, al borde de una zanja ; los soldados apuntaron y dispararon ; él no recibió balazo alguno pero sí cayó a la zanja empujado por el compañero de al lado y que probablemente recibiría dos balas ; luego oyó cómo el oficial al mando se acercaba a la zanja y descerrajaba un tiro de gracia a todos y cada uno de los fusilados ; su bala le rozó el cráneo, pero no lo mató, y mostró el recorrido de la misma para hacerlo creíble a todos sus oyentes, expectantes y boquiabiertos : una cicatriz que recorría su cabeza, donde nunca más creció el cabello ; seguía vivo y medio aturdido en la zanja cuando vino lo peor : regaron todos los cadáveres con combustible para hacerlos arder ; cuando sentía el fuego cercano a su piel, sacó fuerzas de flaqueza para salir de la zanja a duras penas, trepando entre los cadáveres, medio inconsciente por el golpe de la bala en su cráneo y quemándose ; cuando logró salir, escuchó como los soldados gritaban y cargaban sus armas y la voz del oficial ordenando : ‘’déjenlo ir , déjenlo … si ha sobrevivido a todo esto … es mejor dejarlo ir ’’ ; así es el destino, imprevisible, sorprendente … y así este hombre anónimo pudo escapar de uno de los infiernos al que los seres humanos solemos someter a nuestros hermanos ; o esa otra historia de aquel bandido y jefe de 25 pistoleros, duro, curtido, ladrón y asesino implacable, que lloró como un niño cuando Horacio le cantó una canción evocando a la madre, sin saber Horacio siquiera a quien tenía enfrente ; se enteró después por una noticia en el periódico que anunció su muerte ; o la de ese comisario de policía que sorprendió a un agente suyo en la cama con su mujer y lo mató disparándole en la cabeza e hizo pasar el suceso como un suicidio ; o la de aquél osado ruso que engañó a dos policías corruptos robándoles lo que ellos rapiñaban a la gente y huyó a la frontera de Chile con toda la mercancía, perseguido muy de cerca por aquellos agentes ávidos de venganza. Estas experiencias solo se disfrutan practicando el turismo vivencial, el turismo de conocimiento de las personas y sus costumbres e historias ; y todo esto se vive siendo alojado por personas del lugar y mostrando interés por su patrimonio cultural, histórico y vital ; es así como conocí a la increíblemente jovial y fuerte Quina Gutierrez, descendiente de asturianos, que a sus 91 años sigue trabajando su huerta y su jardín ; las semillas de sus flores son famosas y están repartidas por todo el mundo ; ella aún guarda su cuaderno y su plumilla de 1934 con el que aprendió en la escuela y los enseña cual tesoro único ;  o a Nuno Mansilla, de 73 años, descendiente de leoneses, una persona que hay que preguntarle en qué no trabajó, porque ha realizado labores multivariadas desde los 13 años y que cuenta anécdotas muy graciosas como aquella en la que, cuando trabajaba de guía turístico, recibió a un español con gran sentido del humor que bajó del avión y le preguntó directamente : “¿Hay algún indio que matar ? … ¿ no ? … entonces enséñame paisajes”. Y es que en la Patagonia se desató una de las mayores represiones contra los nativos, a finales del siglo XIX y principios del XX, que acabó con casi todos los indígenas ; esta terrible pérdida ya nunca se podrá recuperar ; ahora solo queda rescatar sus fotos, sus costumbres, su historia y dolernos como seres humanos por tamaño desatino con nuestros semejantes. Eso es lo que hace Silvia Sotelo, y desde estas sencillas líneas le brindo mi mas profunda admiración por esa enorme labor tan humana e intelectual.
Pero no sólo quedó aquí mi visita, en la que por cierto volvió a lucir el sol durante 3 días, y sin apenas viento, cosa poco frecuente en estos apartados lugares, yo digo que es porque me acompaña el sol de España. También tuve la oportunidad de hablar en la radio de la ciudad sobre mi interés en conocer las personas calafateñas, su historia, cultura, gastronomía, costumbres y su patrimonio ; en otra ocasión me regalaron una cajita de bombones de chocolate negro, amargo, como a mi me gusta, en otra muestra de la hospitalidad y generosidad calafateñas ; también me invitaron a un asador parrilla, “Lamarca”, donde celebraban su primer aniversario. Fue una reunión de verdaderos amigos dirigidos por ‘Sucho’ y Paola, los propietarios ; disfrutamos de un menú donde hubo de todo: regalos, reconocimientos entrañables, canciones sentidas, que apelaban al corazón, al amor a la tierra y a los buenos sentimientos, bailes, buenas viandas que incluían el sabroso cordero patagónico ; respiré un buen ambiente e hice amigos de esos que sabes que puedes contar con ellos si vuelves a verte con ellos. Igualmente fui invitado a la Estancia ‘El Galpón del Glaciar’, una Hacienda-Granja en dónde se trabaja con el ganado lanar ; Marcos y María José la gestionan con verdadera profesionalidad y una afabilidad natural, sabedores del poder contagioso de una sonrisa permanente ; en estos lares las Estancias ocupan miles de hectáreas, regaladas en su día por el gobierno, pero sin luz ni agua ni caminos ni ninguna comodidad, sus dueños levantaron sus negocios con trabajo duro desde la nada ; en la Estancia, observé la doblez de los árboles debido al constante viento patagónico, contemplé una demostración de trasquile de una oveja en poco más de 2 minutos, admiré cómo trabajan los perros australianos de raza collie, que dirigen las manadas de ovejas sin que nadie les enseñe, por pura genética, jaleé a jinetes hábiles jugando a ensartar una arandela con una pequeña varita, y me extasié con el naranja de un atardecer que iluminaba nubes y montañas. El Calafate tiene duende, sí. La atractiva Zulema me dijo además que si pruebas el dulce de El Calafate, vuelves seguro. Yo no lo he tenido que probar para saber que voy a volver, porque creo que el duende me ha atrapado también. He pasado horas oteando esta árida tierra inagotable que se pierde en el horizonte, y me inundó esa inmensa sensación de lo Superior en el alma, porque así de inmensa y trascendente es la bella Patagonia. Próxima etapa : los fiordos del sur de Chile en barco.


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